Mostar, Bosnia-Herzegovina 🇧🇦
Street Arts Mostar
Curado por Marina Mimoza
Pintura acrílica sobre muro de concreto
8 x 14 m
2017
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Mostar es una pequeña ciudad al sur de Bosnia-Herzegovina, situada en una zona donde conviven bosnios, croatas, serbios, musulmanes y católicos ortodoxos, entre otras culturas.
El mural se encuentra en la calle Abrašević, donde una vez existió una línea de fuego durante la guerra de Bosnia (1992 – 1995). Algunas construcciones de la zona, todavía en ruinas, muestran sus paredes repletas de agujeros de balas. Según me contaron los vecinos, “en este mismo suelo los soldados se enfrentaron a los tiros y el edificio que estás pintando se encontraba destruido”.
Durante el primer día de trabajo, un vecino llamado Mario se acercó al andamio. Me dijo que le gustaría que quede intacto algún espacio del color original de la pared, amarillo pastel, que se puede ver en el cuadrante H8.
Al día siguiente, apareció una mujer llamada Slata, gritando en bosnio que los colores blancos y rojos de B3 le recordaban a la bandera de Croacia. Un vecino que intentó calmarla me tradujo luego que el ejército croata mató a su marido durante la guerra. Transformé la combinación de colores borrando el blanco con pintura azul. Slata se calmó, nos dimos la mano y me convidó café. Por último, me pidió que dibuje en la pared a su perro llamado “Pongui”.
El tercer día entró en escena otra persona, también a los gritos. No quería ver estrellas amarillas sobre el fondo azul. Argumentaba que era una referencia a la bandera de Bosnia-Herzegovina. Esa misma tarde, otro hombre llamado Boris también hizo notar su enojo: la luna creciente y las estrellas le recordaban al Islam. Entonces, la luna se cerró en un círculo y pinté más estrellas, reconfigurando la posición de los elementos, donde en principio se presentaban 32 figuras en total, como la cantidad de fichas del ajedrez.
Boris volvió al día siguiente. Parado frente a la pared, contempló el mural en silencio durante quince minutos. De repente, empezó a gritarme en bosnio. Yo lo observaba desde el segundo piso del andamio, sin saber qué responder. De pronto, el hombre inmóvil y en silencio, ejecuta un gesto teatral. Desenfunda un revolver imaginario de su bolsillo y gatilla dos veces. Yo me quedo perplejo y repito el mismo gesto, agregando al final un signo de pregunta con la mano, tal como hacemos los argentinos e italianos con los dedos juntos apuntando hacia arriba. Se acerca un fotógrafo del festival y conversa con Boris. Me comenta que es un veterano de guerra, que está medio loco, que habla un dialecto difícil pero pudo comprender que en este mismo lugar vió gente matándose durante la guerra. Mario y otro hombre aparecen en escena. Marina, directora del festival, se acerca al lugar y conversa con todxs. Ninguno quiere formas cuadradas en el dibujo porque les hace pensar en la bandera croata. Agregan que tantos cuadrados de color negro representan a la muerte. Me sugieren que dibuje fichas de ajedrez como un caballo o una torre. Marina, entre divertida y nerviosa con la situación, comienza a preguntarle a los transeúntes que caminan por Abrašević:
“¿Qué ven en esta pintura?”, a lo que algunos responden:
-una alfombra.
-un juego de damas.
-un sol.
-un conjunto de colores.
-un dibujo de un niño.
-Joan Miró.
-un tablero de ajedrez.
-un cielo.
Mario y los otros dos, por más que prestan atención, mantienen su opinión con firmeza: no les gusta la obra. Comienza una discusión de 3 horas. Mientras tanto, yo me voy a un bar a tomar café y escribir. Cuando vuelvo ya se habían ido. Al rato, un hombre con su hijo, vecinos del barrio, me dicen que se enteraron de la discusión, de las opiniones desencontradas pero que a él y su familia les encanta el mural.
El último día de trabajo una señora nos amenaza desde su auto rojo con llamar a la policía, porque según me traduce Zakky Zadro, artista local, no le parece bien pintar las paredes. Transcurre una hora y efectivamente llegan dos policías. Nos invitan a ingresar en su camioneta a Zakky Zadro, Camilo Theic, Nicolás Alfalfa y a mí sin dar mucha explicación. Llegamos a la comisaría y nos depositan en una oficina. Para pasar el tiempo, juego un partido de ajedrez con Nicolás. Una hora más tarde, aparece Marina y nos liberan.
Volvemos a Abrašević y seguimos pintando. El mural queda terminado al cubrir los balcones del primer, segundo y tercer piso. A la tarde noche aparece la dueña del tercero. Quiere su balcón tal como estaba y no de color verde.
Al día siguiente escapamos de la ciudad rumbo a Dubrovnik y luego Sisak, Croacia. Tres días más tarde Marina me envía una foto del mural sin los andamios. Misteriosamente, aparecieron tres círculos amarillos en los cuadrantes C1, E1 y G1.
Una semana más tarde, Marina me envía otra foto en la que aparecieron tres triángulos amarillos en B2, F2 y H2.
Preguntas:
¿Cuándo queda terminada una obra en el espacio público?
¿Quién es el autor?
¿A quién le pertenece? ¿Al artista que la ejecuta? ¿A los habitantes del barrio que la viven diariamente? ¿A los que la modifican a través del tiempo? ¿A todxs juntos?
¿Es posible jugar un partido de ajedrez de 38 piezas?
¿Qué otros elementos se pueden agregar o sustraer en este mural?
¿De qué modo influyen los agentes externos durante el proceso de creación? ¿Hasta qué nivel?
¿Pintar en el espacio público sensibiliza a las personas?
¿Puede una obra dentro de una institución jerarquizada generar el mismo nivel de sensibilidad?
¿Qué es una bandera mas allá de una disposición arbitraria de colores?
¿Una combinación de colores determinada justifica la muerte del otro?
¿Los colores son símbolos?
¿La guerra y el juego, son nociones antagónicas?
¿Debería haber pintado a “Pongui”?
Gracias a Camilo Theic, Florencia Fitz, Nicolás Alfalfa y Zakky Zadro.