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El reloj no descansa. Sólo sabe avanzar y avanzar. Mecánico y silencioso. Autómata y persistente. Lineal y obsesivo. Capa tras capa, un cúmulo infinito de superposiciones.
L. apura la mano para terminar su pieza. Un muro, una pieza. Un día, una pieza. Un año, 365 piezas, + 1 si es bisiesto. Avanza centímetro a centímetro, oruga de fórmula 1.
Del verbo cubrir, agregar velos o capas, L. descubre un mapa desordenado, misterioso y totalmente imprevisible. El territorio se expande por un mar oscuro. Es imposible ver a más de seis – zyx – metros. No se ve absolutamente nada. La niebla cubre las proximidades. La línea de fuga en el horizonte solo existe en nuestra imaginación. Lo único que podemos descifrar en este juego es un plano: chato, abigarrado y compacto. Los bordes son brumosos, parecen llevarnos a la repetición de un gesto. Un poco más allá, espero encontrar un lugar donde descansar los pies.
Tic tac, tic tac, tic tac (etc etc).
¿Cuáles son las formas del pensamiento? ¿Qué color tienen las ideas? ¿Cómo es el brillo que ilumina el camino cuando las neuronas prenden la chispa que buscamos?
Esto es un juego, un doodle doodle. Nuestro rol, como el del reloj, es el de avanzar y avanzar. Sólo ir hacia adelante y sin darnos cuenta, en círculos. Fluir con ritmo preciso, sin interrupciones.
Miles de imágenes se presentan por fuera de los bordes como reflejo del caos de la ciudad tangible y la otra ciudad, la de la mente. Ambas retículas en expansión obsesiva, tal como el reloj, milímetro a milímetro, nos invitan a un recorrido sin límite de horarios y espacialidades. No hay sonidos, no hay indicios, no hay referencias. Sólo una trama de misterios. Esto es un espacio sin aire, como allá arriba de todo, sobre nuestras cabezas – ¿o dentro? -.
Tic tac, tic tac, tic tac (etc etc etc).
L. transforma el territorio en una intersección de ejes, cruce de pensamientos abstractos. Cada forma, cada línea, cada intención traza una nueva coordenada en el imaginario de esta red.
Tic tac, tic tac, tic tac (etc etc etc etc).
Hay una visión cenital. Hay un Google Earth. Hay un microscopio. Hay un tejido. Si nos acercamos mucho los objetos se achican. Si nos acercamos más, el pleno te besa los ojos. Una distancia contradictoria nos acerca y nos aleja de las cosas. Cuando miro hacia adentro, miro el vacío. En el vacío, un festín de objetos totalmente irreconocibles. Puedo vislumbrar un espiral, una estrella, un diamante, una textura.
L. observa a través de su lente de ampliación. La situación nos propone ir más allá de la superficie para descubrir el micromicromicrocosmos que da vida a la trama a la que fuimos invitadxs sin saberlo. Aquí estamos, en silencio, respirando, leyendo este texto escrito del otro lado del gran muro y reinterpretando un posible lenguaje. Cada gesto es un fragmento del arriba, una invitación a deslizarse por las callesitas del cerebro, para perderse por esos pasillos de pasillos de colores de colores. La pintura se transforma en un mapa emocional, una herramienta para desplazarse, un amuleto para avanzar por el laberinto que hemos construido todxs, en conjunto, también sin saberlo.
Tic tac, tic tac, tic tac (etc etc etc etc x1000)
El tiempo avanza y avanza. Una exploración de la forma desafía nuestra percepción habitual. ¿Qué vamos a encontrar detrás de las imágenes? En cada instante, el misterio de los bordes persiste capa tras capa, nanómetro a nanómetro, pieza tras pieza, segundo a segundo, día tras día.
No hay salida, no hay entrada. Sólo hay un paisaje.
Jorge Pomar
Buenos Aires
28.10.24
Curaduría y texto de sala para ZYX + T, exhibición individual de Pedro Tombo Lomboy en Galería Casa Plan, Valparaíso, Chile 🇨🇱